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16 junio 2020.-En el mundo de la empresa se llevaba hablando de transformación digital, y de la necesidad cada vez mayor de dar un paso adelante tecnológico en procedimientos y gestiones, desde hace ya varios años. Pero ha tenido que llegar un inesperado y desgraciado virus desde el otro lado del mundo para demostrarnos que todavía no estábamos adaptados digitalmente, y para obligarnos a instaurar un piloto acelerado de digitalización en todas las organizaciones, de todos los tamaños, con el fin de minimizar en lo posible el impacto de la crisis en la actividad económica. Bienvenidos a la nueva transformación digital.

Es cierto que una buena parte de nuestro tejido empresarial ya estaba en mayor o menor medida ‘transformado’, ya sea mediante la digitalización de los procesos internos, de la venta online o de la atención al cliente a través de chatbots o apps. Pero la nueva transformación de las empresas, la siguiente gran ola de cambio, es la que tiene que ver con sus empleados, con las personas.

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El tele trabajo nos ha arrollado como un tsunami. Ni siquiera las grandes empresas que ya lo ofrecían como alternativa a parte de sus equipos estaban preparadas para tener a toda la plantilla trabajando desde casa y soportar todos los procesos en remoto. Por no hablar de las que aún no habían querido oír ni hablar de esta modalidad laboral. Y esto, además de los retos de productividad relativos a la parte técnica, conlleva también otros que las empresas deben ser capaces de superar: cómo mantener y alimentar la confianza y el compromiso de los equipos, que, no lo olvidemos, son su materia prima más importante.

En la nueva transformación digital de las empresas, la siguiente gran ola de cambio, es la que tiene que ver con sus empleados, con las personas.

Pero ya lo dicen los sabios: toda crisis es una oportunidad. Así que lo inteligente ahora es aprovechar las fortalezas adquiridas para construir nuestro futuro sobre una base más sólida, capaz de hacer frente a escenarios de incertidumbre ante una realidad cada vez más cambiante. En la era post COVID-19 no se trata solo de adaptar la cadena de producción o la de suministro, sino también, y sobre todo, la gestión de los recursos humanos y la comunicación interna. Las relaciones entre empresa y empleado han cambiado por completo, y si no sabemos incorporar todo aquello que preocupa a los trabajadores, seguramente perderemos su fidelidad y su compromiso, que es lo que nos hace fuertes.

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Pero, ¿por dónde empezar? Quizá por la flexibilidad. En la sociedad ya existía un clamor que reclamaba la ansiada conciliación laboral y familiar, que con el confinamiento se ha visto implantada de facto, aunque no siempre formalmente.

Ahora bien, ser flexibles no es solo ofrecer modelos de trabajo adaptados a las circunstancias personales o un horario laboral a la elección del empleado; es también ser rápidos y eficientes en la adaptación a cualquier cambio que sobrevenga, dentro o fuera de la empresa. Rápidos y eficientes. Una buena gestión del compromiso hará que todo el equipo esté dispuesto y preparado para adaptarse las veces que sean necesarias, y no por imposición, sino por sensación de pertenencia y cultura empresarial.

Colaboración como clave del cambio

Puede que esos cambios sean tan grandes que, como empresa, ya no podamos seguir siendo los mismos. Son muchos los que ya están repensando sus negocios al completo, o una parte de los mismos. Si la supervivencia pasa por convertirse en algo distinto, tenemos que ser conscientes de que en este escenario el profesional debe estar en línea y preparado con todas las herramientas a su alcance (tecnología, formación, recursos) para la nueva situación, de forma que podamos remar juntos.

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Se acabaron los reinos de taifas que durante años han levantado muros entre los distintos departamentos, la colaboración interna seguirá siendo un factor crítico en el nuevo reordenamiento empresarial. Y colaboración también de puertas hacia fuera, porque es posible que no podamos hacer ese viraje nosotros solos y necesitemos unirnos a otras empresas, a inversores o a organismos de aceleración.

Pero, sobre todo, colaboración con la sociedad en general. Huella de carbono, reciclaje, producción local, compromiso social con el empleo… El consumidor de cualquier producto o servicio, cada vez más, toma conciencia y demanda que estos provengan de empresas que no causen perjuicio al medio ambiente, la sociedad o la economía general.

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Las empresas son un elemento clave en la sociedad, y durante estos dos meses hemos estado viendo a muchas de ellas trabajar juntas para paliar las consecuencias sociales, sanitarias y económicas de la pandemia. Pero esto no se acaba con el coronavirus, pues sigue habiendo causas muy importantes por las que luchar: derechos humanos, empleo, cambio climático, igualdad, tolerancia cero con la corrupción… Se trata de buscar un propósito, y de asegurarse de que toda la plantilla se compromete con la causa, de forma libre e independiente.

Todo esto solo es posible mediante un modelo de liderazgo que transforme, desde dentro, a todos los integrantes y grupos de interés hacia un fin común, generando corresponsabilidad y haciendo crecer a cada una de esas personas. Y por supuesto, basándonos en herramientas tecnológicas que nos permitan analizar comportamientos, ofrecer herramientas de interconexión, flexibilizar las tareas y comunicarnos.

Y es ahora o nunca. No dejemos de lado la tecnología, pero sobre todo, no dejemos de lado a las personas.